lunes, 26 de mayo de 2008

La Misma Piedra

Escribir, al igual que todas las actividades artísticas, es muy particular. La particularidad se encuentra en que tiene un significado para cada uno de los que la ejerce. Para algunos es doloroso, para otros, relajante. Algunos lo toman como un hobbie, otro como un trabajo o un deber, a veces una necesidad. Se la puede amar, odiar o aplicarle cualquier sentimiento propio del ser humano.

En mi caso personal, es algo que simplemente ocurre, a veces con más o menos ganas. Puedo detestar cada letra que escribo, pensar en destruir todo, y hacerlo de todas formas. Gran parte de eso, muere en el tacho de basura, u olvidado en un cajón. Pero otra parte, como este caso, sale a la luz, sobrevive. Y ahí es cuando en realidad empieza a disfrutarse la escritura.

Así, ante la cuasi necesidad de escribir, surge este blog. No sé si sirve, no sé cuánto voy a escribir, para qué, y para quién. Cada vez que escribo pienso que lo hago para mí, pero me contradigo al subirlo a la web, y en realidad no entiendo demasiado por qué lo hago. Pero lo hago, y no tendría que cuestionarlo más.

¿Por qué Misma, por qué la Piedra?

El título del blog tiene un doble sentido. Por un lado, la piedra significa obstáculo, una piedra en el zapato, una piedra en el camino. Una molestia, un objeto que retrasa, que hace perder tiempo, un enemigo.

Por otro lado, hablamos de la Misma Piedra como los errores que se repiten, las cosas que no deberíamos volver hacer y lo hacemos, a veces sin intención, o a veces concientes, en un acto de odio a nosotros mismos (y digo a nosotros porque si nos volvemos a lastimar, somos los que más sufrimos) y a todos los que nos rodean.

Primero surgieron ideas para algunos post (principalmente los primeros), y luego el nombre, como para limitar una temática, que veremos hasta donde puedo respetar; hablar (escribir) sobre los errores humanos, los obstáculos y otras cosas que surjan.

Esta es una especie de bienvenida, de saludo protocolar a mí, el principal destinatario de lo que escriba, que seguramente no lea nada, y me contradiga eternamente.

sábado, 24 de mayo de 2008

La lección mal aprendida (2)

Cuando cursaba Tercer año de la secundaria (ya hace tres años, cuesta creerlo), me tocó hacer un trabajo grupal sobre algún caso de violación a los derechos humanos. Fue en esa ocasión donde conocí el Apartheid, proceso del que hablé en el post anterior (ambos tienen el mismo nombre, porque siento que son similares, dos partes del mismo texto). Pero no elegimos nosotros ese caso, sino que optamos por el conflicto Palestina – Israel. En ese momento apenas sabíamos de qué se trataba y (creo) surgió como una recomendación de la Profesora.

Ese trabajo, que costó mucho más de lo pensado, sirvió (por lo menos para mí) para aprender sobre uno de los conflictos más difíciles de analizar de los últimos tiempos. Como en el informe anterior, no voy a entrar en detalles ni dar una clase de Política Internacional. En pocas palabras, Palestina reclama el actual territorio Israelí por haberle pertenecido en algún momento. La historia de esas tierras nace con el propio Cristo, o incluso antes, y se trata de una serie de disputas y ocupaciones por los pueblos originarios, en ese entonces árabes y judíos.

Es claro que la pulseada la ha ganado Israel, que hace pocos días ha cumplido sus primeros 40 años como Estado, una palabra ajena pero envidiada por sus eternos enemigos. Los Palestinos, “despojados” de estas tierras –según expresan ellos-, no tienen acceso al lugar que alguna vez les perteneció, y se refugian en zonas aledañas como el Monte Sinaí, la Franja de Gaza, el Líbano, etc. Hace pocos años, Israel ha levantado un Muro, para evitar la invasión de la Nación Palestina (es un pueblo sin territorio, por eso no llega a la categoría de Estado).

El conflicto es muy delicado ya que no hay seguridad sobre lo que dice cada pueblo, y aquí ganó el que asestó el golpe más fuerte (no el primero). No se trata solamente de un enfrentamiento diplomático; existen grupos de “liberación” palestinos que atentan contra israelíes, y a su vez obtienen de respuesta un duro asedio del ejército de Israel, uno de los más poderosos del mundo.

Otra vez, bombardeamos la memoria. Eso es lo que pienso al ver como el ratón se convierte en gato y persigue otro ratón. Hace no más de 70 años, uno de los pueblos que más ha sufrido a lo largo de toda historia, el judío, sufría la peor de sus tragedias, el Holocausto. Nombrarlo es suficiente, y no hace falta siquiera definirlo. Lo que parecía un tiempo sin futuro, cuando la esperanza había desaparecido de los diccionarios –y no solamente el hebreo-, todo cambió, una vez más murió la guerra y esa parecía ser la última.

¿No parece suficiente tanta sangre derramada –más de 6 millones de víctimas fatales-, como para aprender la lección de una vez por todas? La respuesta debiera ser obvia, pero no lo es. No hay que establecer una comparación entre el nazismo y este conflicto en Medio Oriente, pero tampoco hay que dejarlo de lado.

El pueblo israelí es quizá quien más conoce la definición de sufrimiento, aunque en estos tiempos parece olvidarla de a poco. La segregación es clara, y la paz no será el instrumento que arregle este conflicto, si es que alguna vez termina.

Una vez más, parece haber sido todo en vano, es otra lección mal aprendida, y somos todos los que pagamos las consecuencias.

miércoles, 21 de mayo de 2008

La lección mal aprendida

Hace algunos días me topé con una nota en el diario, de esas que uno no quiere leer pero se siente mal si no lo hace. Fuerte, pero necesaria. El lugar del hecho era Johannesburgo, la capital cada vez más rica y desarrollada de Sudáfrica. La nota denunciaba los incendios causados por parte de algunos ciudadanos a hogares inmigrantes de países vecinos, la mayoría proveniente de Mozambique y Zimbabwe. En el centro del recorte, una foto de un hombre en llamas demostraba la gravedad del problema.

El racismo y la xenofobia son problemas crecientes en el país más desarrollado de Africa. Esta superioridad frente a las otras naciones del continente es la principal causa de la inmigración. No hace falta mirar mucho más atrás en el tiempo (no más que una década) para ver que la discriminación marcó su historia.

Sudáfrica, un país con mayoría de habitantes negros, sufrió durante casi todo el Siglo XX uno de los procesos de discriminación más espantosos a nivel mundial, el Apartheid. Traducida al español, esta palabra significa segregación y es el método que usaron los blancos para imponerse a los negros, en la ecuación (o inecuación) política: una minoría poderosa domina a la mayoría. Los blancos tomaron las medidas más crueles pero legales, para marcar cada vez más el contraste entre ellos y el pueblo sudafricano. Las diferencias se tradujeron en falta de derechos, tantos civiles y sociales (entre otras, restricciones en el transporte y el acceso a la educación, o zonas de la ciudad con acceso prohibido para los negros) como políticos (el derecho a ocupar cargos públicos).

Sin bajar los brazos, el pueblo luchó por lo que le correspondía, y nombres como Stephen Biko, Nelson Mandela o la Revuelta de Soweto, pasaron a la eternidad como símbolos de la lucha de los derechos humanos, en el tan desigual Siglo XX.

Cuando releeí la nota del diario que me llevó a escribir esto, volví a pensar en todos esos héroes que alguna vez lucharon para que no olvidemos los peores momentos, que los recordemos por siempre para evitar que vuelvan a suceder. Los mártires que pelearon para que, a medida que pase el tiempo, seamos cada vez mejores personas.

No causa menos que una cara de espanto ver a un pueblo enterrando su memoria, como está pasando ahora en Johannesburgo. Y, aún peor, saber que no es la primera vez que sucede, ni la última.

De todas las experiencias que vivimos a lo largo de nuestras vidas, siempre aprendemos algo. Las peores, las más tristes y duras son las mejores maestras, porque prestamos mucha más atención a lo que nos enseñan, que en los buenos momentos.

Esta lección, la que dice que la igualdad debe reinar por sobre cualquier diferencia, y que debería estar marcada a fuego en la memoria, no ha sido mal enseñada. La lección ha sido mal aprendida por la humanidad entera.