Cuando cursaba Tercer año de la secundaria (ya hace tres años, cuesta creerlo), me tocó hacer un trabajo grupal sobre algún caso de violación a los derechos humanos. Fue en esa ocasión donde conocí el Apartheid, proceso del que hablé en el post anterior (ambos tienen el mismo nombre, porque siento que son similares, dos partes del mismo texto). Pero no elegimos nosotros ese caso, sino que optamos por el conflicto Palestina – Israel. En ese momento apenas sabíamos de qué se trataba y (creo) surgió como una recomendación de
Ese trabajo, que costó mucho más de lo pensado, sirvió (por lo menos para mí) para aprender sobre uno de los conflictos más difíciles de analizar de los últimos tiempos. Como en el informe anterior, no voy a entrar en detalles ni dar una clase de Política Internacional. En pocas palabras, Palestina reclama el actual territorio Israelí por haberle pertenecido en algún momento. La historia de esas tierras nace con el propio Cristo, o incluso antes, y se trata de una serie de disputas y ocupaciones por los pueblos originarios, en ese entonces árabes y judíos.
Es claro que la pulseada la ha ganado Israel, que hace pocos días ha cumplido sus primeros 40 años como Estado, una palabra ajena pero envidiada por sus eternos enemigos. Los Palestinos, “despojados” de estas tierras –según expresan ellos-, no tienen acceso al lugar que alguna vez les perteneció, y se refugian en zonas aledañas como el Monte Sinaí,
El conflicto es muy delicado ya que no hay seguridad sobre lo que dice cada pueblo, y aquí ganó el que asestó el golpe más fuerte (no el primero). No se trata solamente de un enfrentamiento diplomático; existen grupos de “liberación” palestinos que atentan contra israelíes, y a su vez obtienen de respuesta un duro asedio del ejército de Israel, uno de los más poderosos del mundo.
Otra vez, bombardeamos la memoria. Eso es lo que pienso al ver como el ratón se convierte en gato y persigue otro ratón. Hace no más de 70 años, uno de los pueblos que más ha sufrido a lo largo de toda historia, el judío, sufría la peor de sus tragedias, el Holocausto. Nombrarlo es suficiente, y no hace falta siquiera definirlo. Lo que parecía un tiempo sin futuro, cuando la esperanza había desaparecido de los diccionarios –y no solamente el hebreo-, todo cambió, una vez más murió la guerra y esa parecía ser la última.
¿No parece suficiente tanta sangre derramada –más de 6 millones de víctimas fatales-, como para aprender la lección de una vez por todas? La respuesta debiera ser obvia, pero no lo es. No hay que establecer una comparación entre el nazismo y este conflicto en Medio Oriente, pero tampoco hay que dejarlo de lado.
El pueblo israelí es quizá quien más conoce la definición de sufrimiento, aunque en estos tiempos parece olvidarla de a poco. La segregación es clara, y la paz no será el instrumento que arregle este conflicto, si es que alguna vez termina.
Una vez más, parece haber sido todo en vano, es otra lección mal aprendida, y somos todos los que pagamos las consecuencias.
1 comentario:
Bienvenido a la blogósfera, amigo. Un gusto leerte.
Buen contenido y buen estilo.
Un abrazo,
March
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