Cuenta una fábula no muy popular que había un escorpión que venía cruzando un camino, y para llegar a su destino final debía cruzar un arroyo. El escorpión buscaba alguna manera para atravesarlo, pero no había ningún camino de tierra o alguna rama de árbol que lo ayudara.
Resignado y decidido a volver, se sienta a descansar junto al arroyo. Minutos después, aparece la rana, y viéndolo triste le pregunta qué sucede. El escorpión le cuenta que tiene que cruzar el arroyo pero no sabe cómo. En ese momento se le ocurre una idea; le pide a la rana, experta nadadora, que lo cruce en su lomo. La rana duda, y le dice “tú clavas tu aguijón en todos los seres vivos, ¿cómo sé que no lo harás conmigo?”. El escorpión le dice que no iba a hacerlo porque si la matara, el moriría también ahogado. La rana, convencida, decide ayudar al escorpión y lo carga en su espalda.
A mitad del camino, el escorpión clava su cola venenosa en la rana, y mientras se van hundiendo, ésta le pregunta al escorpión por qué lo hizo, a lo que este contesta: “es mi naturaleza, no puedo resistirlo”. Así, ambos mueren, uno ahogado y el otro envenenado.
La fábula es muy cruel, y también un poco infantil. La transcribí porque me dejó pensando un poco. El mensaje es claro: los instintos son más fuertes que la voluntad. El escorpión, por un momento quiso dejar de ser escorpión y no picar a la rana. Pero no pudo; su naturaleza fue más fuerte.
Las personas usan con frecuencia la frase del escorpión para justificarse. Algunos que engañan a su pareja, argumentan que al fin y al cabo son animales, y por lo tanto débiles a sus instintos sexuales. A veces pasa lo mismo con la corrupción u otros actos repudiados –en general- por la sociedad y las personas.
¿Podemos ser más fuertes que nuestra naturaleza, y que ella no nos traicione? ¿Somos animales antes que personas, o es al revés? Así pueden salir varias preguntas, a partir de una fábula con tinte infantil. También podemos pensar que no es absoluto, y que por momentos somos animales, por otras personas; o que varía de acuerdo a cada uno de nosotros.
Lo único de lo que podemos estar seguros es que el instinto animal sigue presente en todas las sociedades del mundo. Es todo un gran ecosistema con una simple cadena alimenticia: hombres cazando todo, incluso otros hombres.
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